lunes, 13 de febrero de 2012

¿Os he hablado de mis miedos alguna vez?


El anonimato tiene sus ventajas; sobre todo, cuando la personalidad de uno está más ramificada que las inversiones del Santander. De esas ventajas, una es la de poder confesar abiertamente esos miedos que sueles mantener en secreto. Y es que los miedos son importantes; siempre he dicho que los miedos y las ilusiones son los que hacen de nosotros lo que somos. La mayoría de las veces, cuando hacemos algo, lo hacemos empujados por una ilusión o un miedo. Y los hay de muchos tipos, de ambos. Los hay que son simples como una excursión a la montaña, los hay que son profundos, como la oscuridad, los hay que son infinitamente poderosos y los hay que son secretos. ¡Oh, sí! Todos tenemos ilusiones y miedos guardados para nosotros.

Hoy recupero el blog para confesar uno de mis miedos, el que está mejor escondido pero que cada día me recuerda su existencia: el tiempo se me acaba. 


En cierto sentido, se me está acabando desde el día que nací. Ese día decidí –debería entrecomillarlo- empezar algo que llevaba una eternidad esperando: mi propia vida. Y desde ese día, no hay nada más cierto que una cuenta atrás indeterminada que no ha mostrado la más mínima compasión por nadie. Y eso, si eres ateo, acojona.

Alguien me decía que sentiré lo mismo que sentía antes de nacer: nada; que estaré el mismo tiempo muerto que el que estuve antes de nacer: una eternidad; que una vez suceda dejará de tener sentido. No sé si esperaba que eso fuera un consuelo… Valiente estupidez.

Dejar de existir es algo que me da muchísimo vértigo. Tanto, que durante muchísimos años no he querido mirar al abismo. No sé qué ha cambiado que ya no soy capaz de ignorarlo. He llegado a la conclusión que debo estar pasando la crisis de los cuarenta. Diez años antes, sí. Pero debe ser eso… No puedo ser el primero al que le pasa esto.

Lo más curioso es que mi reacción es parecida a la que he visto en esos cuarentones. De algún modo lo que me asusta no es lo que pueda pasarme, es lo que pueda perderme. A partir de ese día, ya no podré hacer aquellas cosas que siempre han estado pendientes, ya no podré ver a los míos ni alegrarme por ellos. A partir de ese día, todas las cosas pospuestas “hasta que haya mejor ocasión”, se mostrarán como realmente han sido siempre: “cosas que jamás iba a hacer”.

En esa lista ya puedo ir poniendo mi excursión por Yosemite o mi viaje en tren hasta Moscú. Puedo ir poniendo mi aventura en parapente, y pasear por Buenos Aires. Asumamos que jamás aprenderé otros idiomas y que no volveré a la universidad a estudiar algo que, simplemente, me haga sentir bien. Ya no voy a recuperar esos amigos de los que me aparté ni voy a pedir perdón por demasiadas decepciones. Sé que jamás escribiré una novela y que no recuperaré la vida social que tenía a los veinte. No volveré a bailar como si nadie me estuviera viendo y no volveré a cambiar de trabajo “por probar”. Y lo que es peor, es muy posible que jamás vuelva a estar en forma y que por ello mi lista no pare de crecer.

Seamos valientes. Si empezamos nuestra lista hoy, dentro de cincuenta años no habrá hecho más que crecer. A veces creo que podríamos definirnos a nosotros mismos contestando a una simple pregunta: Y tú ¿a qué has renunciado?

Yo estoy por cerrar la lista. Me parece que no voy a renunciar a nada más. No me sale de las pelotas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

El cuerpo es mortal, pero no asi nuestra Alma(la esencia de lo que somos) por lo tanto volveremos una y otra vez a la vida.

De todoas formas no hemos de renunciar a nada porque nada nos pertenece, nada podemos perder porque nada es nuestro.......sino que todo lo que conseguimos es un regalo, un extra con el que no contabamos y que de alguna manera ha llegado a nuestra vida.
Por eso no todo el mundo tiene lo mismo, vive lo mismo, siente lo mismo.
No es una cuota minima que cada ser humano tengamos derecho a tener, sino que cada cosa que experimentamos son regalos que debemos atesorar y agradecer.
No deberiamos pensar en lo que pudo ser y no fue, sino en lo que SI ha sido dar gracias por ello.

De todas formas LO DE LA CRISIS DE LOS CUARENTA ES UN TIMO, los tios le echais un morro a la vida.....¡¡¡¡ jajajaj

Un buen preplaya dijo...

Las excusas en general se nos dan bastante bien, sí :), je je je

Y lo que dices está muy bien, en serio. Ojalá yo pudiera hablar con esa seguridad. Ojalá tuviera alma; ojalá la hubiera visto. Pero no. No soy consciente de tenerla. Tampoco conozco a nadie que esté en su segunda vida, ni en su tercera, ni en su cuarta… Casi todo el mundo que conozco está en su primera vida. Y eso, Contando la cantidad de gente que conozco, me dice que las posibilidades de que yo tenga una segunda oportunidad son escasas.

Ah, supongo que la conciencia no forma parte del equipaje que nos llevamos a otras vidas ¿no? Volveré a vivir una segunda vida, pero no seré consciente de ello, no tendré recuerdos. Vamos…

Repito que me encantaría creerlo y más aún que fuera cierto. Pero es algo que no puede justificarse desde la razón. Son sólo suposiciones inventadas por otras personas que, como yo, tenían miedo de esa gran incertidumbre a la que todos nos acercamos. Y no me digas que lo contrario no puede demostrarse, porque tampoco puede demostrarse que no existan animales de tres patas. Simplemente no existen. Y te aseguro que no tengo ningún interés en tener razón. Bendeciré un millón de veces a quien venga a demostrarme que estoy equivocado. Pero como decía aquel –que no recuerdo- la realidad es y ante ella las ilusiones se disipan.

De todos modos, sé que ninguno de los dos puede influenciar en el otro lo suficiente así que auguro un escaso y triste futuro a esta conversación.

A parte de eso, te doy la razón a todo. Es muchísimo más eficiente disfrutar lo que tienes que anhelar lo te falta. Y sí, es verdad que nada nos pertenece. Una vez leí una reflexión al respecto que me chocó muchísimo. La leí ojeando libros en un aeropuerto y no lo compré porque me asustó como me hizo sentir lo que leí. Decía algo así como: “asumo ahora mismo que estoy muerto. No voy a morir, no. Ya he muerto. No tengo nada. Todo lo que llegue es un regalo”. Es una pena que no anotara al menos el libro que era….

La cuestión es que tal y como estaba escrito me impactó muchísimo. Ante la certeza de la muerte y lo inmenso de la eternidad, asumir que de hecho ya estamos muertos cobra un extraño sentido y te otorga una libertad embriagadora. Te parecerá absurdo, pero es otro camino que lleva al mismo sitio. Si no tengo ni puedo tener nada, si todo está perdido –Palahniuk vuelve a mí- ya no tiene sentido tener miedo. Y sin miedo la vida se muestra como lo que realmente es: un manojo infinito de posibilidades.

Posibilidades de las que yo hablaba, de aquellas que se amontonan hasta caducar y que no nos atrevemos a mirar. Y es que yo estoy seguro de que no me arrepentiré de uno sólo de mis fracasos. La vida viene siendo así últimamente, unas cosas salen bien y otras no. Pero estoy seguro –de hecho ya me sucede- de que me arrepentiré de las cosas que no intente.

Anónimo dijo...

“asumo ahora mismo que estoy muerto. No voy a morir, no. Ya he muerto. No tengo nada. Todo lo que llegue es un regalo”.

Es una gran filosofia de vida, muy practica para el dia a dia.
La muerte nos desvela el significado de estar vivos.

Jotapé dijo...

Miedos.. qué miedo me da.. ese es mi problema... miedo al miedo.. aissnnn. Ese pensamiento de la muerte la he tenido yo algunas veces pero en diferente sentido. Más que miedo, me da pena dejar aquí cosas, en esta vida, tristeza por no poder seguir viendo a mi gente cada día.

Mejor no escribo mis miedos porqué si no, no acabaría jamás...Lo dejaremos para otro día.

Sólo decir, que vaya entrada después de tanto tiempo en silencio, Pleplaya!, madre mía... y los miedos hay que ir dejándolos a un lado. Se que cuesta, pero se tienen que ir dejando.

Hoy, he descubierto un personaje que en otro momento ya os contaré por una entrada, pero el sentido de la vida, te cambia por completo...

SAludos.

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