¿Por qué no Dukan?

¿Por qué empecé con Dukan?

Por varios motivos que os explicaré luego, pero primero tengo que dejar claras un par de cosas. Creo que es importante.

Detesto a los vendedores de motos. Me pasé catorce años en un colegio católico, así que sé de lo que hablo. Detesto la gente que intenta convencerme de cosas y detesto parecerme a ellos en determinadas circunstancias. Si alguien cree que le estoy vendiendo la dieta Dukan que me lo haga saber, por favor. Significaría que tengo que cambiar de actitud y de discurso. Yo hago o sigo el método Dukan porque yo lo he decidido. Ni la defiendo ni la recomiendo. Explicaré como llegué a esa decisión para que quien quiera y tenga el tiempo pueda entenderme mejor pero no para que nadie me imite. Que cada uno tome sus decisiones.

Si alguien me pide consejo para hacer un dieta le recomendaré que vaya a un médico que lo pueda guiar para hacer un dieta equilibrada bajo su supervisión. Es y siempre será la mejor alternativa para la inmensa mayoría de gente. Aún así, yo he tomado otro camino. Al menos, por un tiempo.

Cuando tenía veinte años pesaba ciento cincuenta y cuatro kilos. Medía algo menos que ahora -algo incomprensible- cerca del metro y ochenta centímetros. Me llevó cerca de cuatro años bajando casi siempre, pero con algún pequeño rebote, ponerme en ochenta y seis. Asesorado por un endocrino muy majo y muy simpático. De escondidas, seguía la dieta del sirope de arce y eso, visto con los años, me parece una tontería. Pero me servía y conseguí mi meta.

Recuerdo que fue una época de muchos esfuerzos y muchos complejos. Me repetía una y otra vez que yo no quería estar tan mal, que tenía que superarme. Me castigaba si comía algo indebido y me machacaba con la bicicleta estática. Tenía que superar aquello. Cambié la comida por los refrescos light y el café y limité mi vida social. Y funcionó. Más o menos.

Recuerdo un día, cuando estaba en esos 86 kilos, que me miré al espejo y me vi igual. No había sido consciente de eso durante los cuatro años, pero me seguía viendo igual. Miraba las fotos y era capaz de apreciar la diferencia entre el antes y después pero en espejo veía a la misma persona de ciento cincuenta kilos. Pensé que la sensación no podía ser muy distinta a la anorexia y me asusté. Y lloré porque pensaba que estaba enfermo, o que necesitaba perder mucho más, o que nada había valido la pena. Pensé que jamás me vería bien... Así que decidí que la dieta no era importante, que tenía que quererme más independientemente de cuanto pesara. Yo era más importante que mi peso.

Así que engordé. Poco a poco al principio, pero más deprisa después. Terminé tres años más tarde en la consulta de un doctor marcando ciento cuarenta y siete kilos. Elegí sobrecitos de proteínas porque era rápido y funcionaba. Y sí, era rápido y funcionaba. Perdí peso relativamente deprisa y me vi en ciento cinco kilos en un año. Estaba harto de las pocas verduras que podía comer y todos los sobres me sabían igual pero estaba contento porque funcionaba. Yo perdía mi kilo y medio todas las semanas si no hacía trampas y cogía la bici a ratos. Y me sentía fuerte, de verdad. Es cierto que odiaba los champiñones y los calabacines, pero yo me sentía bien. Hasta que empecé a viajar mucho más por culpa de mi trabajo. Me cayó un viaje de un mes entero y me desanimé, pensé que no sería capaz de seguir la dieta y, por supuesto, no lo fui. Dejé el régimen el primer día de estar fuera.

Rompí el ritmo y pensé que volvería después de las fiestas de navidad. Después de navidad tuve mucho trabajo y después muchas escusas. Ya no me apetecía más volver a la lechuga y las espinacas así que mientras me decidía volvía otra vez a los ciento cuarenta y siete kilos.

Volví a un endocrino a que me hiciera análisis y me hiciera pesar los granos de arroz. Era lento pero no me costaba ningún esfuerzo, sólo estar atento, medir, contar... Tardé unos meses en perder unos veinticinco kilos, pero llegó la crisis. Y en mi empresa despidieron a gente y los que nos quedábamos teníamos que hacer el trabajo de dos. Trabajaba más y viajaba más. Salía de casa muy pronto y llegaba tarde, estaba nervioso y asustado así que volví a engordar...

Pero esta vez creo que me pasé. Engordé hasta un nivel que mi báscula no podía medir. Ahora ya no era una tontería. Me costaba andar, subir las escaleras y realizar cualquier actividad. Me daba vergüenza volver al endocrino en aquel estado así que empecé a hacer dieta. Durante unas semanas, puede que un par de meses o tres, estuve comiendo sano. Hacía dietas parecidas a las que me había puesto el último médico e iba perdiendo. Notaba que la ropa me iba más ancha y entré de nuevo en los límites de la báscula, pero eso era muy lento. Podía seguir así y cada vez hacer más ejercicio, pero necesitaba ir más rápido.

Yo sé que ciento veinte kilos es una barbaridad, pero con ciento veinte kilos estoy bien. O relativamente bien. Me permite hacer vida normal, dormir bien, andar... Quiero bajar peso rápido hasta tener una calidad de vida aceptable y después, posiblemente, volver a mi endocrino ahí donde lo dejamos.

Por eso elegí esta dieta, porque se supone que es rápida, pero también porque es fácil. Me gusta comer proteínas y me gusta comer verdura. La dieta Dukan no difiere mucho de las que hacen algunos deportistas ya que las proteínas ayudan a proteger músculos y piel. Pero no es por eso que es bueno...

Algunas de las personas obesas tenemos un problema. Somos muy buenos comerciantes. Y sabemos negociar. Sobre todo, con nosotros mismos. Y como hoy he andado más de lo normal puedo comer un poco de pan para cenar. Y ya que voy a comer pan, puedo comer un poco de queso. Y hoy me tocan tres galletas para merendar porque se lo he pedido al médico pero me voy a comer cuatro y mañana que estaré estresado me comeré el paquete después de las cuatro galletas. Somos unos tramposos.

Pero aparece el método Dukan y te dice que no hay trampas. Que a, b y c son alimentos prohibidos. Así que tu no los compras y tú no los comes. Tienes menos tentaciones y menos complicaciones. Compras verduras, pescado, pavo y pollo. Y comes tanto como quieras. Es sorprendentemente fácil de hacer. ¿Si funciona? Aún no lo sé. En un par de semanas sacaré conclusiones.

Lo que puedo decir es que llevo dos semanas y estoy contento. No me está suponiendo ningún esfuerzo seguir las indicaciones y tengo ganas de seguir. Si alguno quiere imitarme, que lea, que se informe y si puede ser, que vaya al médico a preguntar. Yo no soy médico, ni naturista, ni … posiblemente ni siquiera soy un tipo sensato. Buscad vuestra mejor opción como yo busqué la mía.

Y a 3 de octubre del 2012 cambio de opinión:

¿Y por qué no Dukan?

Pues básicamente porque no es necesario, porque cansa, porque aburre y porque frustra. Al principio es llevadero mientras tu vida no entra en conflicto con él. Pero pronto termina condicionando tu vida social; prefieres quedarte en casa antes que enfrentarte a un restaurante insolidario y odias a cualquiera que coma hidratos a menos de un kilómetro de ti.

No. Si algo no puede hacerse para siempre es que no es bueno. Necesite muchos meses y dos reintentos para darme cuenta pero al final es cierto: cualquier cosa que parezca un milagro es mentira, cualquier dieta que prohiba un grupo de alimentos es mala..

Eso no quiere decir que no funcione o que me arrepienta de haberlo intentado. Sólo quiere decir que ya acabé con ella. Ahora tengo otro plan.

3 comentarios:

Un buen preplaya dijo...

Tenía que actualizar esto después de tanto tiempo.

11 semanas -> 18 kilos

kortatu dijo...

Parece que la dieta Dukan a tí sí te funciona.
Qué barbaridad!!!!!!!!!!!! yo como mucho pierdo un kilo al mes..........

Un buen preplaya dijo...

Bueno.... debería actualizar a:

12 semanas --> 20 kilos

Y sí, funciona. Pero funciona para mí. Cada uno tiene su forma y piensa que yo tengo muchísimo recorrido por delante. Es cuerpo se ha puesto manos a la obra y está haciendo su trabajo. Si hiciera tu dieta, también perdería un kilo cada semana. Piensa que mi metabolismo basal debe rondar las 3000 kcal.

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