viernes, 14 de octubre de 2011

Las mentiras de los espejos.

No sé si alguna vez os ha tocado corregir hasta la saciedad algo que vosotros mismos habéis hecho. Yo es una actividad que he tenido que hacerlo varias veces -el verbo tener aquí es casi eufemístico-. Y el resultado es siempre parecido: terminas siendo incapaz de ver nada porque ya no miras, tu cerebro es más rápido que tus ojos y presupone que aquello está bien. Por eso, al corregir un texto, un proyecto o -yo que sé- una carta de amor, es mejor dejar que las cosas reposen un tiempo.

A nosotros nos pasa algo parecido -permitidme que os meta en esto para no sentirme sólo-. Cuando nos miramos al espejo no vemos nada. Vemos a alguien al otro lado sin pararnos a pensar que somos nosotros. Ya sé, es obvio que somos nosotros. Demasiado obvio. Pero también lo es que no aprovechamos ese momento para mirarnos a los ojos.





Durante el último mes he estado demasiado ajetreado. He tenido que recorrer media España -exagero un poco- y he tenido que hacer frente a varias circunstancias especiales. Me he sometido a un exhaustivo control médico porque me dolía el pecho. Electros, pruebas de esfuerzo, ecos, placas,... el resultado es tan simple como esperado: demasiado estrés. La buena noticia es que según mis análisis de sangre y el resto de pruebas, no tengo nada roto por dentro. Parece mentira pero estoy como un roble. No tengo ni colesterol y eso es algo que daba por supuesto.

Eso no quita que los dolores en el pecho son un síntoma de algo. Mi cuerpo o mi cabeza se están quejando y, la verdad, no me extraña. Tengo que empezar a cambiar cómo me tomo las cosas, aunque, en realidad, ya hace tiempo que lo estoy cambiando. Me ha sorprendido que esto no me pasara hace un año, cuando me implicaba más en todo lo que hacía y era incapaz de desconectar en ningún momento... Si hay algo en lo que coinciden los médicos que he tenido el placer de visitar es que la medicina no es una ciencia exacta y yo voy a hacer ver que creo lo que dicen porque para algo han estudiado.

Así que decidí tomarme dos días de descanso. Ayer y hoy he estado perreando (perrea , perrea... lo siento), leyendo y paseando. Intento coordinarme con los horarios de la jefa, pero aprovecho lo que puedo el tiempo. Hoy he hecho algo que hacía mucho que quería hacer: he ido al pueblo dónde me crié. Algo que no tiene porque ser excepcional, pero para mí lo ha sido. Me fui de ahí con dieciocho años y no había vuelto hasta hoy. Hacia al menos diez años que no sabía nada de mis amigos de la infancia. Ahora sé que muchos de ellos también se fueron.

Desde que me fui he vivido en cinco sitios distintos, he conocido muchísima gente y he aprendido algunas cosas. Es curioso que mi casa siga estando ahí. Y no sólo en sentido figurado. La casa dónde me crié sigue estando en su sitio. Los propietarios actuales han vuelto a plantar enredaderas en los muros y el sauce sigue llorando sus ramas infinitas. He visto que el abeto estaba algo apagado y que el olivo no ha crecido a penas. Ha sido curioso mirarlo todo desde fuera, con las contraventanas cerradas y el patio cubierto de hojas.

El camino de detrás de casa, el que nos llevaba a los bosques dónde nos perdíamos inconscientemente (que tiempos) ya no existe. El bosque lo ha cubierto y no he podido avanzar más de dos metros. Han puesto algunos bloques de pisos más pero sigue siendo el mismo pueblo. Las mismas calles, las mismas piedras y los mismos árboles. He querido verme creciendo por los rincones pero no estaba. Hace tiempo que me fui. Sí he visto a la que había sido mi mejor amiga durante mucho tiempo. Ella no podía pensar que era yo el que se escondía bajo el casco y tras un par de minutos debatiendo conmigo mismo he decidido que podía seguir sin saberlo.

Debo haber sido la primera persona que invierte una hora en dar una vuelta al pueblo. Creo que he recorrido todas y cada una de las calles. No sé si intentaba encontrar algo que me dijera que todavía tenía un sitio ahí, que podía volver si quería... Lo que he encontrado ha sido lo que creo que andaba buscando. He terminado llorando, escondido tras el casco como un niño pequeño. Creo que la nostalgia empezaba a pesar tanto que tenía que soltarla y me he alegrado por ello; de vez en cuando hay que dejar que se te ericen los pelos de la nuca para saber que estás vivo.

Pasando por delante del bar, de nuestro bar, de dónde nos reuníamos día tras día, he sentido una pequeña decepción. No debería sorprenderme que ya lo hubieran cerrado pero lo ha hecho. Siempre había tenido la absurda idea de que un día volvería (sería viernes porque los viernes eran los mejores) y les contaría como me ha ido todo. Les diría que terminé la carrera y que he viajado mucho; que he conocido gente maravillosa y que soy muy feliz con mi mujer. Y después ellos me contarían como les ha ido, que han aprendido y que han hecho con sus vidas. Nos pediríamos otra cerveza -porque ya llevaríamos unas cuantas- y nos quedaríamos charlando hasta tarde. Es algo que siempre ha tenido sentido... Hasta ahora.

Ya no tengo quince años. He cambiado mucho desde entonces. Ellos también habrán cambiado. Posiblemente, no les importe demasiado en quien me haya convertido. Ya no soy el tipo divertido juerguista y borracho. Ahora, no nos engañemos, soy alguien que se cree que una tarde leyendo un libro es un plan cojonudo para una sábado cualquiera.

Por eso os hablaba de los espejos. Al llegar a casa le he pedido al mío que no me mienta, que me diga dónde está el juerguista borracho. Se ha limitado a decirme que hace mucho que no lo ve; que no me preocupe en buscarlo. Me he puesto a buscar en facebook a todos esos amigos pensando que el espejo es un mentiroso. Estoy seguro que si los encuentro a ellos, me encontraré a mi mismo.

Ya os contaré.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me alegro de tu vuelta Pepe y de ese viaje fantastico que has hecho, increible leerte y compartir contigo esas lagrimas al recodar también esos viajes al barrio donde me crié, yo lo tengo cerca de donde vivo ahora, aunque paso muy de tarde en tarde, pero la sensación y los sentimientos son similares a los que tu describres.

Respecto a lo de tu salud, me alegro mucho de que los analisis hayan sido positivos, pero cuida esa salud mental que es tan importante como la fisica.

Un abrazo y gracias por estar de vuelta.


Soy Amoschacho.


aahhhh, he intendado escribir más veces comentarios pero un problema con la cuenta google no me deja.

miguell dijo...

Hello buen preplaya! Cuanto tiempo…

Yo también me alegro por lo de tu salud, y te digo lo mismo que Amos, que hay que cuidarse del todo, cuerpo, mente, espíritu, virtual…

Eso de dar un voltio por tus orígenes está muy bien, me parece genial.

Yo el otro día encontré en el Facebook una página del cuartel donde hice la mili, y vi fotos que también me trajeron muchos recuerdos. Muchos posteando cosas como la gorra dibujada y firmada y esas cosas. Yo en cambio no conservo nada de todo aquello. Pero me gustó ver fotos del cuartel, había varias, de fuera de dentro de las baterías…

Bueno, un abrazo y ya nos contareis tú y tu mismo (si lo encuentras) ■ ■ ■

P.S. Yo tambien aclaro quien soy, que no se si ya lo he dicho por aquí. Soy "maique".

Un buen preplaya dijo...

Muchas gracias, chicos. Es un placer encontraros por aquí. Me encanta.

Supongo que la nostalgia es un sentimiento muy común. No debe ser fácil escapar de ella. Tampoco creo que sea necesario puesto que somos lo que somos por aquello que hemos vivido.

Ayer lo estuve hablando con mi mujer y llegué a la conclusión de que tengo que intentar recuperar esas amistadas. Posiblemente organice una cena o algo parecido. Ya veremos.

Un abrazo y muchas gracias por seguir por aquí.

Jotapé dijo...

Bienvenido preplaya!!
Vaya historia nen...donde andará el pueblo?? jeje...no creo que tu mujer esté contenta en que andes buscando a tus amigotes y que encuentres al juerguista borracho!! jejeje...

No sé porqué no le has dicho a tu amiga esa... seguramente le hubiera hecho mucha ilusión saber quién eras, ¿no? YO tb soy nostálgico, pero donde nací, vivo todavía... sólo tengo recuerdos del pueblo de mis abuelos, lo que pasa que al final se transformó en una situación agridulce, pero no deja de existir buenos momentos.

Reposa nen, tómate las cosas con calma que la salud se resiente y eso ha sido un aviso de que te tienes que tomar la vida con más calma. A mi me dió un ataque de ansiedad por el ritmo que llevaba de vida-laboral, cafes y mucho tabaco. Por fin parte de esa etapa se esfumó. Ahora sólo falta limpiar lo que queda, que es lo que cuesta más.

Disfrutemos la vida un poco más pero sin olvidarnos de nuestras responsabilidades.. que hay algunos que se lo toman al pie de la letra, y luego no dan golpe...

Publicar un comentario