lunes, 29 de agosto de 2011

No puedo sentirme culpable


El domingo fue un día muy duro, de aquellos que te marcan para el resto de tu vida, o al menos de la semana. Recuerdo que ese día no tenía que trabajar y que el calor veraniego invitaba a pasear saltando de sombra a sombra. El cielo estaba azul y un sol redondo como un balón de baloncesto reinaba sin contemplaciones.



Recorría el parc de la ciutadella, cazando sombras -y buscando unos servicios públicos- cuando un señor que no parecía ni de aquí ni de allí -ni de ningún otro lugar- se acercó a mí por la espalda para que no pudiera verlo. El tacto frío de la hoja de su navaja me heló la sangre que ya empezaba a anticiparse a la preparación de las morcillas.



-¡Sal del parque!- gritó- ¡y no mires atrás!



Me llevó a un restaurante de decoración muy curiosa. Mesas demasiado altas flanqueadas por taburetes no más bajos. El sonido de un río enlatado para dar la bienvenida y, lo más raro de todo, una mesa reservada para tres.



En ese restaurante servían comida muy peculiar que yo jamás probaría. Fusión de Japonés y Brasileño era como describían algo que casi seguro sería incomible. Seguía sintiendo la hoja de la navaja en mi espalda pero no me acobardé.

-¡Estoy haciendo dieta!- grité. –No conseguirás que pruebe nada de esto… Tengo una voluntad de hierro.

Pero no me hizo caso. Pidió unos makis muy raros con confit de pato, espárragos trigueros, foie mi-cuit, cebollino y aguacate.



Después pidió unos de fresa. ¡De fresa! Aquello era increíble. ¡Jamás había visto semejante aberración culinaria!



Pero lo que ya no tenía nombre, lo que no se puede describir, es que pidiera unos de tempura de langostino con atún marinado. ¿Cómo se puede hacer semejante combinación de alimentos? ¿Qué tipo de mente loca hace esos experimentos en la cocina? (perdón por la foto, con los nervios, quedó movida)



Me negué a comer nada de eso y dije que sólo tomaría mi coca-cola zero de cada día, que mi voluntad era inquebrantable. El tipo de la navaja se fue asombrado por mi valor e integridad. Yo me quedé satisfecho, sacando pecho y levantando la barbilla, hasta que vino el camarero alarmado, con una lágrima oteando el horizonte desde su párpado antes de arrojarse al vacío.

-¿No os gusta lo que habéis pedido? ¿No está bueno?

Y si hay algo que no puedo soportar es ver que alguien llora. Así que comí, me comí los makis y los Yakisoba en un mano a mano con los otros dos comensales. Terminamos con todos y cada uno de los maquis, hasta el último grano de arroz y la última lámina de jengibre. Pero no lo hice por placer, lo hice por solidaridad. Y ahora no puedo sentirme culpable ¿verdad?

6 comentarios:

Jotapé dijo...

Joer tío. Primero pensé que te estaban atracando. Luego que era una fiesta sorpresa. Después que todo era un sueño. Al final he optado por pensar que estás como un cencerro, que has pecado dios sabe cuánto exceso y que en lugar de ir al confesionario de la iglesia más cercana a tu ciudad, has decido contarlo en el blog.
Si te sirve de consuelo, estamos de vacaciones y todos nos hemos tomado estos días como tales. Septiembre está a la vuelta de la esquina y con él, vuelta a la normalidad. Don't worry, you're not guilty, you're.. human!

See you

Un buen preplaya dijo...

¡juas! sí que estoy como un cencerro, sí.

Pero no te preocupes. Mis ánimos ahora están a prueba de terremotos. No me había sentido así en toda mi vida. Estoy alegre, contento y con muchas ganas de seguir con la dieta.

Escribí la entrada porque me sentía bien por haber comido algo que en teoría no tendría que haber comido y haber disfrutado de ello. Ironizaba a cerca de facilidad que tenemos algunos para buscar excusas porque, aunque parezca raro, esta vez no las necesitaba.

Los días pasan poco a poco y cada vez estoy más convencido de que es mi responsabilidad y mi oportunidad de hacer que cada uno de ellos cuente. Y en positivo, claro.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Ostras, yo también tuve esa secuencia de pensamientos conforme leia, al igual que jotapé jajaja.

¿Culpable??? ¿Por qué? Culpables el de la navaja y el camarero :P

Un buen preplaya dijo...

en adelante avisaré de mis intenciones humorísticas.... Parece que no sabéis leer entre lineas, je je je je je

Rebeinvenido Maique

kortatu dijo...

Yo también había picado con lo del atraco....pero eso de que el "caco" te lleve a un chiringuito, en lugar de a un cajero, no cuela.

Yo me sentiría fatal después del atracón, aunque desde hace poco he aprendido que no sirve de nada machacarse a uno mismo con la culpabilidad de unos actos que ya no se pueden cambiar. Bueno, sí se puede hacer algo: compensar al día siguiente comiendo sólo lechuga y coca-cola zero (yo también estoy enganchada a ell)

Un buen preplaya dijo...

Gracias por el comentario kortatu, me gusta verte por aquí.

Pero la verdad es que con el sueño y la comida no se puede compensar. Lo que no hagas hoy no podrás hacerlo mañana. Lo importante es tener unos buenos hábitos, y cuando hacemos estas pequeñas trampas, debemos darnos cierto margen. No podemos pasarnos la vida riñéndonos a nosotros mismos.

Me he pasado por tu diario, para saber de ti. Veo que lo llevas bastante bien. Mucho ánimo.

Publicar un comentario