jueves, 14 de julio de 2011

Y es que los gordos somos más felices y simpáticos


Como esta mañana, cuando subía las escaleras de la oficina. ¡Qué feliz! O cuando voy a comprar ropa y las tallas terminan en la XL, o cuando mis amigos deciden hacer una escapada de escalada o cuando te pones a mirar fotos de cómo eras antes de que llegaran esos kilos de más… La vida de una persona obesa está llena de momentos de felicidad y satisfacción por las ventajas que conlleva esta pequeña diferencia. Por supuesto.


Todo esto nos condiciona de algún modo y como nos gustan todas nuestras limitaciones y como no queremos pensar en aquellas cosas que no podemos hacer por las barreras físicas o psíquicas, como estamos felices de estar así, pues somos los más simpáticos del mundo. Tú vas por la calle, te topas con un gordo y en seguida piensas: mira, que tipo más simpático. Igual pesa dos cientos kilos y lo mismo revienta, pero te resulta simpático siempre que no te salpique.

Vamos a ver una cosa. No sé cómo explicarlo pero espero que lo entendáis: no. Y no creo que haga falta que lo explique.

Esto de la obesidad o el sobrepeso es una putada. Cada cosa que hago me supone un esfuerzo pero más me supone no deprimirme por todas las cosas que no hago o que no puedo hacer. Podemos fingir que no nos damos cuenta o asumir que esto es una mierda. Y queremos cambiarlo, por supuesto. El problema es que llevo queriéndolo cambiar media vida y eso supone cierta presión.

Desde que tengo uso de razón cada helado, cada dulce o cada golosina era visto como una trampa y un pecado. Así que me resistía, un tiempo al menos. Al final, con la ansiedad que provocaba esto terminaba por dejarme llevar y atiborrarme como un cerdo. A veces creo que si no fuera por tantas atracones hoy no tendría el problema que tengo. Es más… a veces creo que mi problema se resolverá si consigo controlar mis atracones.

Por eso he estado pensando en ellos. No son un problema de alimentación. Quien se crea que los atracones tienen que ver con el hambre o las ganas de comer es que no tiene ni puñetera idea. Los atracones, las borracheras, la ludopatía y muchos otros problemas tienen una causa común: insatisfacción. El que sea exfumador sabrá de lo que hablo. Ese vacío constante que se siente desde que nos dejó el tabaco es la misma insatisfacción que generan las dietas o, más que las dietas, el sobrepeso en si.

Cuando hacemos dieta, cuando intentamos controlarnos, estamos agrandando ese vacío que todos tenemos de algún modo. Estamos postergando ese dulce de forma indefinida. Y en cierto modo, no es algo que haga en un momento puntual. No es sólo el instante de la decisión. El día que decido no comerme un helado voy a generar un vacío que va a estar ahí hasta que me lo coma. El día que no compro esos donuts que me estaban mirando con ojillos de vicio estoy condenándome a cargar con su mirada durante un tiempo indefinido.

Y a eso hay que sumar la presión que nos auto imponemos. Alguien nos dijo que debemos presionarnos a nosotros mismos y exigirnos resultados a corto plazo para tener éxito. Nada de paciencia y calma. No. Metas, presión y resultados. Así que cada día vas poniéndote más presión por alcanzar una meta que debe hacerte feliz mientras vas creando un vacío de todas las cosas que te estás negando. ¿Y hay quien se extraña de lo que es capaz de comer durante un atracón? Yo me comí una vez una pizza grande del Telepizza, otra vez me comí cuatro donuts después del bocadillo y más de una vez un paquete entero de galletas. Y os aseguro que uno no puede estar más convencido de tener que luchar contra los atracones que yo por lo que empiezo a pensar que históricamente he elegido mal la estrategia.

Igual tengo que empezar a controlar mi grado de insatisfacción con el mundo. No se trata de resignarme y aceptar las cosas que no me gustan. Se trata de estar contento con la vida que llevo. Se trata de tener necesidades muy básicas y fáciles de cumplir para estar tranquilo mientras peleamos por unas ilusiones inagotables. Se trata de quererse a uno mismo, de querer a nuestro entorno, de sonreír, de tener aficiones, de dar y recibir cariño, de hacer ejercicio, de buscar para encontrar a veces y para perderse otras, de hablarse y escucharse y de serse sincero. De respirar aire libre y disfrutar del arte, de conocer gentes y lugares, de sorprenderse y de emocionarse. Y de relajarse. Eso debería ser lo primero: debes empezar a aprender a relajarte. Yo estoy convencido de esto: es imposible sentirse vacío cuando estas cosas están cubiertas. ¿Qué te falta? O es que te sobran la rutina, el tedio y la apatía.

Creo que debemos dejar de pensar en nuestros atracones como un problema y empezar a entender que son el síntoma de un problema mayor. Que la fuerza de voluntad está muy bien para el que quiera enloquecer, pero tiene que haber una forma más fácil. Eso creo. Que si lo conseguimos, si terminamos esto, entonces sí que seremos más felices. Estoy seguro.

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